martes, noviembre 11

El discurso estuvo McCain










Por Farasch López Reyloz para Cristallo

7 de noviembre de 2008

Anoche, mientras escuchaba el sobrecogedor mensaje de aceptación de la derrota del candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos, recordé aquella frase de la jerga de la juventud de una época que ahora parece lejana y decía para mis adentros "este discurso está McCain". Todas las personas inteligentes reconocíamos con llaneza la superioridad discursiva de Obama sobre su contendor republicano, esto si ignoramos los desgarradores vídeos, que sobrepasan los cinco, en youtube en donde vemos a Obama en las ocasiones en que perdió la línea o se apagó su teleprompter y dijo puras estupideces o balbuceos que apuntaban a la revelación, al descubrimiento de un farsante. Aquí debo confesar dos cosas que mis amigos más cercanos saben, pero siempre cae bien y parece interesante eso de confesar, que soy una pesimista feroz con la capacidad de ser conmovida por la belleza y la solidaridad y que odio visceralmente a los farsantes. Esto también a la larga incluye que detesto a los sospechosos de o candidatos a farsantes. De modo que mi fibra pesimista se camufla y desea en lo más íntimo que este individuo no resulte ser un farsante por el bien de la humanidad que ha celebrado su triunfo poseída por una efervescencia y trance sin precedentes que han llegado a Australia y a Kenya.

Reconozco que la voz de Obama le regaló a Estados Unidos algunos de los mejores discursos de su historia y digo la voz de porque en varias ocasiones en mi vida he sido la ventrilocuo que ha escrito los discursos que otros con foros más populosos que el mío (que se reduce a ustedes, mis buenos amigos) han dado y por los cuales han recibido congratulaciones. Así que no me llamo a engaño y sé que estos discursos los escriben otros, el candidato aprueba, edita, retrabaja los discursos, eso en el mejor de los casos, pero no suele ser quien los escribe, así que aquello por lo que se ha reconocido más a Obama es un talento prestado y que confiamos que sus anónimos escribas permanezcan a su lado para asegurarse que luzca a la altura de las expectativas durante todo su término.

Sin embargo, aparte de todo esto, en esta ocasión el discurso que me ha deslumbrado y conmovido mi Ser intelectual, que es tal vez el único Ser que tengo, fue el de John McCain. En un discurso que duró apenas unos 9 minutos quedó recogida el alma de lo que debe ser una gran nación compuesta por ciudadanos míticos, gigantescos, monumentales, que para nada tendrían como hijos a sujetos como Sarah Palin. Si desde el principio Sarah lució menguada al lado de la figura de McCain, esa noche fue un individuo insignificante a quien se le negó la voz como se le niega a un niño chillar en la misa.

Aun así debo reconocer que soy impermeable a algunas de las palabras que articuló McCain, en específico a casi todas las que apuntaban a que estábamos ante la nación más grande y maravillosa del mundo. Después de un puertorro no hay orgullo nacional más infundado e inmodesto que el de un estadounidense, quienes también viven atrapados en la equivocación de creerse el ombligo del mundo. De modo que a mí me resulta un dardo romo, soy impenetrable ante el desgastado discurso de la nación más poderosa, de la ciudad en la colina, de los puritanos ejemplares, de los militantes del bien, del país de las esperanzas, de las oportunidades. Al carajo con eso, para mí, y creo que para todos, ése es el país que ha matado presidentes, que hace la guerra por petróleo, consumo o cualquier vaina irracional, que escogió a Bush, no una, sino dos veces, que engendró el Ku Klux Klan, la nación de WACO, de McVeigh, de los skinheads, de la bomba atómica, de la fabricación de más de una guerra, del tribunal que le creó la trampantoja al mundo de juzgar a Saddam Hussein y lo ahorcó vía tv delante de la humanidad entera, la nación que gestó el muro de Berlín, que impulsó la guerra fría, que ha sostenido por décadas el embargo a Cuba, que compró la idea del bando del bien y del mal, que gritaba sobre los escombros de las torres "we must strike back" … y todo esto no lo hace la peor nación, no los vuelve monstruos, sólo los hace reales, con igual potencial para el bien que para el mal.

Aunque no comparto con McCain la noción de la América que ellos describen, soy suceptible de conmoverme, pero no soy una ilusa. Me conmueve la belleza pero reconozco la mentira, y muchas de las peores mentiras son espectacularmente hermosas. Una nación tan grande y excelsa como la que describió Obama en todos sus discursos y la que invocó McCain en el mejor discurso que haya articulado durante toda su campaña, el de la derrota, no demora 143 años tras la abolición de la esclavitud para reconocerles tardíamente a sus ciudadanos la igualdad entre los seres de la misma especie, y por consiguiente otorgarles la misma oportunidad de triunfo y éxito en la vida. Aquella igualdad que sólo era reconocida discursivamente no se materializó parcialmente hasta el 2008, y esto no me provoca orgullo sino un profundo bochorno como ciudadana del mundo.

Cuando veo casi siglo y medio después, no puedo más que preguntarme si realmente hay algo de lo cual estar orgullosos, articularlo o pensarlo nada más trae a mi mente vergüenza. Siglo y medio para entender lo que ya el propio tribunal reconocía, lo que la ciencia nos demostró hace tanto, lo que la intuición y el Ser nos revelan a diario, lo que es una verdad contundente que ya no debe formar si quiera parte del debate, lo que la Revolución Francesa planteó, que todos los hombres nacen libres e iguales. Cuánto costó y demoramos en descubrir el AND mitocondrial para corroborar lo que los ojos y el espíritu tienen como una verdad manifiesta. No bastó que National Geographic tenga una revista y más de un canal y Discovery tenga tiendas y como 12 canales, todo esto desde hace décadas, por lo que hace ese mismo tiempo que se ha democratizado el acceso a la ciencia, a la historia, a la mirada global. Nombrar siglo y medio de desvergüenza, de oprobio e injusticia debería abochornarnos por otro siglo y medio más. Hoy las lágrimas de Jesse Jackson valen más que las de un blanco?, ¿hoy valen más que las de los esclavos?, ¿hoy esas lágrimas sobre un rostro negro son más reveladoras que ayer?, ¿hoy nos conmueven sin avergonzarnos? Francamente no lo entiendo.

No se equivoquen, mi espíritu está conmocionado, sobrecogido profundamente, sólo que no estoy orgullosa de esta imperdonable demora histórica, no estoy orgullosa de que la gente hoy esté celebrando que un negro ganó y no que un hombre movilizó al mundo, las masas más apáticas y que inundó de trance esperanzador a la nación que mayor desasociego debe estar padeciendo en el mundo por tratarse de un imperio puesto de rodillas.

Anoche McCain dio un discurso para que se arrepintieran de no elegirle; por primera vez les pareció a todos los obamistas que presentaba un racionamiento preclaro. Aunque cabría la posibilidad de preguntarse si se oyó magistral porque declaraba la victoria del favorito o si el discurso era grandioso en sí mismo; es decir, cabe cuestionar si lo conmovedor del discurso estaba sólo en la emoción del receptor o si objetivamente el elemento que lo hacía grande estaba contenido en el propio discurso.

Mis amigos blandos, los optimistas, en su pajería ilusoria me pedirán que vea el lado bueno, que mire a la realidad de que finalmente se dio algo que todos han coincidido en llamar cambio (cosa que me apena porque no me parece una palabra bella sonoramente hablando ni en inglés ni español), y supongo que al mismo tiempo me querrán decir tácitamente que me pase por el culo el resto de la verdad oscura que reconozco y que ellos hoy no quieren escuchar. Pero yo, su amiga incordia, el lado oscuro de sus conciencias, hoy celebro con ustedes, me visto de nuevo, estreno alma, me perfumo con una esperanza recién descubierta en ustedes y escasa o estéril en mí, e incapaz de variar escojo estar arrobada por el discurso de la derrota y menos persuadida por el del triunfo, me declaro más adepta de las palabras gallardas del perdedor que estuvo McCain, porque soy más dada a apreciar con particular interés las rarezas y porque admiro el coraje en los tiempos en que escasea y, claro está, porque prefiero mantenerme incómodamente suspicaz ante la posibilidad de que el ganador resulte un farsante en los tiempos en los que abundan tales especies. Así que, celebro como siempre, como ustedes saben que suelo hacerlo, celebro con recato y discreción porque en el baile febril en medio del carnaval alguien sobrio tiene que velar la puerta.

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viernes, noviembre 7

"Los colores de mi tierra"

Las necesidades básicas fueron provistas de manera ineficiente ese día. Comió solo una vez y mal, iba al baño cuando estaba a punto de reventarle la vejiga y se acostó tardísimo sabiendo que la jornada laboral del día siguiente sería dura. Hasta los vicios fueron pospuestos hasta que terminara de ver la cobertura de la elección presidencial en Estados Unidos. Salió a comprar cigarrillos a eso de las dos de la mañana y ya que estaba en el garaje de gasolina y ya no había Ley Seca aprovechó para llevarse dos cervecitas para la casa.

Cuando entró al "convenience store" del garaje de gasolina más cercano a su casa, la primera estampa que vio fue la siguiente: dos individuos en los medianos cuarenta borrachitos como los personajes de Jorge Castro y René Monclova en el ya trillado y súper aburrido Club Sunshine hablando de cómo no habían podido superar ser unos mujeriegos. Se veían como el típico tipo que da una labia brutal, en lo personal y en lo profesional, y que está a punto de perder el trabajo con el que mantiene a la esposita de Guaynabo y a las chillitas del resto de la isla porque con el supuesto "tsunami azul" la administración del (des)gobierno de Puerto Rico había cambiado.

Y en efecto, fue por estar sintonizada a los distintos canales locales (que como están las cosas no hay pa'poner Cable TV) viendo la cobertura de las elecciones, que su máquina corporal fue pobremente atendida ese día. Macondo era arropado por un tsunami azul que venía definitivamente del este. Sin embargo, lo que le provocaba una tristeza serena y abonaba al desasosiego con el que ya se estaba acostumbrando a vivir no era el hecho de que el gobernador electo viniera de un sector que cree que puede metérsele a la cama a la gente y prohibir su expresión sexual, afectiva, económica…, un gobernador que piensa poner quién sabe exactamente qué cosas trascendentales y esenciales para la convivencia en manos de "organizaciones de fe" (supongo que de una fe un tanto azulada como la sangre de los nobles), un gobernador salido literalmente de una comiquita gringa cuyo tema es la familia disfuncional...

NO, lo que se volvía gasolina para su desasosiego es el hecho de saberse parte de un país huérfano de líderes, un país huérfano de mentes y por lo tanto, para no seguir mencionando las ausencias que nos ha dejado nuestra orfandad, un país sin candidatos por los cuales poder votar.

Y ni hablar del gobernador saliente. Ese, luego de criticar al gobernador electo porque dijo en un debate que la cosa estaba tan mala que ya ni podía ir al cine con su familia, dio un mensaje televisado de 15 minutos en el que se cantó más pelao' que doña Edwina, a quien la visitó un cobrador de Commoloco para llevarse la lavadora que había financiado con ellos después de tenerla rentada 6 meses con Rent-a-Center. Ese se "mascó" las andanzas de Jed Bartlett en un intento por parecer un hombre de estado de veras, veritas. Ese se dijo y se contradijo en un sinnúmero de ocasiones durante el cuatrienio y se agenció las posiciones directivas del país y de su partido en actos muy hábiles, políticamente hablando, que dan cuenta de que quienes estaban bajo su cadena de mando carecen de materia gris (tal vez debo decir roja) y, en aras del baile, la botella y la baraja que definitivamente se han vuelto lo que caracteriza este país, celebran en un Choliseo repleto de gente fácilmente manipulable el hecho de que no tienen cerebro.

Tal vez… sólo tal vez, el caso más deprimente sea el del candidato que "representa" al partido que busca la soberanía del país. ¿Qué por qué este, que definitivamente era inteligente, es el caso más triste? Porque la falla de este candidato no radicaba en el intelecto, ni en su cantidad de materia gris, y aquí sí que se justifica que no hablemos de materia gris, sino de materia verde. El partido tiene que haber llegado como una bacteria maléfica al cerebro de alguien que se atreva a decir que el hecho de no quedar inscritos no tiene importancia y que seguirán reinscribiéndose cuantas veces sea necesario y haciendo lo mismo. La materia verde ha llegado tan profundo en ese cerebro que no hay ni tan siquiera el cuestionamiento vulgar y repetido hasta por personas "new age" y por otras sin materia gris de que no se puede obtener resultados distintos si se siguen haciendo las cosas de la misma manera. Al fin y al cabo parece que, no importa el talento o la inteligencia que se tengan, Papá Pitufo (en Macondo Papá Pitufo es verde y no azul) , en esa infinita sabiduría que adquirió en las arenas de las playas de Vieques sigue mandando en el "boy's club" y que entonces, en el caso de este candidato lo que falta es independencia de criterio y unos cojoncitos bien puestos para que se le pueda dar el voto. Me pregunto, ¿será verdaderamente inteligente (en el sentido más amplio de la palabra) alguien que no tiene independencia de criterio? ¿Podrá pedirte que "declares tu independencia cuando la de él sigue colonizada? ¿Podrá conseguir la soberanía este país, llevado de la mano de líderes que no han podido independizarse de la tiranía del "boy's club" de su propio partido?

Supuestamente la esperanza se había pintado de otro color. Pero estos muchachos empezaron rapidito con el pie izquierdo cuando, ante preguntas sobre el alquiler de su sede de partido, confundieron lo legal con lo moral, distinción prístina para gente con materia gris. Estos muchachos también evidenciaban la falta de materia gris al no darse cuenta que la mayoría de este país, además de estar suspicaz y en negación con sus propuestas, ni tan siquiera podría situarse en el discurso que proponían. Estos muchachos pisaron con el pie izquierdo, o tal vez con el derecho porque entraron con las mismas carencias que los demás, cuando se olvidaron de defender las propuestas un tanto interesantes como la de eliminar la Oficina de la Primera Dama con el argumento que había detrás de la idea y decidieron caer en la sonrisa y el chistecito de "porque soy soltero" pa' simpatizarle al país y entrarle más fácil. No puede haber materia gris en mentes dispuestas a cambiar el conocimiento y la explicación inteligente por la sonrisita Colgate y el brinquito simpático.

Ante este panorama, y en aras de conservar la salud mental, siempre hay que refugiarse en una mentirita piadosa. En Estados Unidos ganaba por fin un individuo inteligente, con apertura a la diversidad, con ideas nuevas y actitudes civilizadas. Así que decidió embriagarse del HOPE que este muchachón propone y olvidarse que esa nación, en la que faltan mentes con materia gris, no por montones sino por millones, no había elegido a Obama por esas razones. Decidió olvidarse de que realmente le eligieron porque les duele el bolsillo, porque están en la desesperanza económica y en una desesperación legendaria y porque de viaje sirve para decirle al mundo que son "cool" porque tienen un presidente negro. Ja!, de vuelta al dilema de si hay que darle más valor a la intención o al resultado.

En fin, que cuando llegó a la casa después de comprarse los cigarrillitos y las dos cervecitas pensó que nunca había tenido más relevancia ese anuncio ya convertido en clásico de Harris Paint que cantaba así: "Los colores de mi Tierra…" Si servirán esos colores para darnos esperanza realmente o no, es una pregunta con dura, pero no enigmática contestación…


Gracias a mi "alterego" por las conversaciones que me inspiraron para poder producir este escrito.

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jueves, noviembre 6

Aníbal descora(j)onado

Por Farasch López Reyloz para Cristallo

5 de noviembre de 2008

En un franco y revelador contraste entre los candidatos derrotados en la noche de ayer, McCain se crece con un discurso de primer orden mientras Aníbal toma unas pastillas de chiquitolina y convierte al superhéroe cuyo escudo era un cora(j)ón, en un héroe trágico, que como todo sujeto trágico pierde por soberbia, y da unas declaraciones (ni me atrevo a llamarle discurso, pues me parece que no cumple con las características mínimas de discurso) pobres, menguadas, escuetas y acabadas y con un escaso "felicito al próximo gobernador Luis Fortuño" admite, por oposición binaria y omisión descarada, que había sido derrotado.


Asimismo contrastó este breve conjunto de palabras articuladas con profundo desánimo con el momento climático del discurso ofrecido por Aníbal poco más de 48 horas antes en su concurrido cierre de campaña, en el que el pueblo popular creó un espectáculo de ilusionismo semejante a una presentación de David Coperfield, haciendo parecer que el país estaba ante una encrucijada que aparentemente nunca existió. Cuando digo momento climático me refiero a aquella frase lapidaria dicha a grito pelao "A Luis Fortuño le sobra dinero, a mí me sobra cora(j)ón". Todos sabíamos que estábamos frente a un eufemismo de segunda en el que Aníbal decía "Luis Fortuño es un cobarde que pudo agenciarse la financiación de su campaña, a mí ni los míos me financiaron, ustedes hipócritas que no donaron ni un peso, pero a mí me sobran cojones."

A pesar de que el resultado de la elección se supo cuando todavía nos alumbraba el sol, no fue hasta la noche, que vimos salir a la anticaravana (ya con muy pocos vehículos) en ruta a su patíbulo. La comitiva fúnebre salió de Fortaleza, en un significativo recorrido en sentido contrario (contra el tráfico). Cada vez más atrás quedaba la (F)ortaleza, se desdibujaba en la cámara el palacio, se desdibujaba en el rostro la fortaleza del ánimo, del espíritu, y se desdibujaba ante el ojo público la fortaleza del partido. Es usual ver que alrededor de las comitivas políticas se colocan inmediatamente cientos de personas que deceleran considerablemente el paso del convoy. Sin embargo, como me señalara mi compañero, en esta ocasión, sólo unas pocas personas se colocaron a los lados o a vuelta redonda del vehículo en el que viajaba Aníbal y desde nuestra vista aérea privilegiada aquel carro se convertía en una especie de ataúd y se transformaba ante nuestros ojos en la imagen de un féretro cargado por los amigos más cercanos del difunto. Tras el recorrido que veíamos panópticamente, regresamos a las cámaras que estaban en el suelo tan cerca del rostro de Aníbal que tenían el efecto de caricaturizar sus rasgos y acentuar, como toda buena caricatura lo hace, la gestualidad. Entonces veíamos a un Aníbal descompuesto y desenfocado, lo que auguraba la fragilidad de su discurso. Sin embargo, debo reconocer que cuando digo fragilidad no pienso en precariedad.

El Chapulín Colorado había cometido el error de juicio de guiarse por su soberbia, de aparecer en medio del Choliseo entrampando a sus propios correligionarios, a sus colaboradores, a sus futuros compañeros, creando una trama más parecida a la tela de una araña que al aguijón de un alacrán, con la que logró abortar la posible contienda de si el partido se inclinaba por arriesgar la candidatura prometedora de un joven repugnantemente de centro y la viabilidad de la candidatura "peligrosamente" soberanista de un anciano. Ahora veíamos materializada su caída trágica pero esperábamos que tal como lo prometió encontraríamos el discurso de un hombre cora(j)onado. Sin embargo, obtuvimos como primeras palabras el discurso de la antigua Cinta Azul con su corazón blandito. Casi parecía que no había contemplado la posibilidad de la derrota, que no había un discurso planeado para aceptar que se había perdido la contienda. Ya para entonces las cámaras estaban más lejos por lo que el rostro caricaturesco había desaparecido, dejando el camino libre para el discurso, pero el discurso ocupó el espacio de la caricatura y escuchamos como primeras palabras "Los quiero mucho, mucho, de corazón". Entonces ese corazón enorme y maternal por primera vez para mí tuvo "z". Los que veíamos esto a través del canal 4 padecimos el efecto de un inconveniente técnico surrealista. Mientras duró el juego de reacomodo de las cámaras veíamos fuera de foco, como si tuviéramos los ojos llenos de lágrimas como tantos de los allí presentes, y la realidad se volvió una nube. Parpadeé fuertemente para tratar de despertar y también sacudir de mi mente la imagen de Ricky Martin hablando frente a un público puertorro y frenético, pero seguía viendo a un personaje novelesco y no al hombre de Estado que esperaba, que deseaba ver. Consignas idénticas a las que se escuchaban en los tiempos de Rosselló en "desgracia", salían espontáneamente de la masa enardecida que parecía sorda ante las declaraciones vacías y estériles que se arrastraban con debilidad entre los dientes de Aníbal. Aquella oportunidad del discurso de la última cena en el que se marcara la ruta que debía seguir el rebaño de ese pastor se escurrió entre los sollozos de los creyentes. Desde hace semanas se viene gestando un intento contundente por divinizar a este líder como se hizo con Rosselló. Cientos de populares llamaban a la radio para decir que estaban con el salvador, con Acevedo Vilá. Si esto no es un sinónimo del mesías, que venga el dios que quieran y lo vea. Es probable que sea el momento de apoyar este fanatismo ins/cipiente, que bien puede ser la clave para que Acevedo no vaya solo a juicio.

Lo cierto es que éste país ha producido en tiempo récord dos mesías altaneros y soberbios que entran al palacio del Poncio Pilatos posmoderno, pero me temo que el segundo entra total y francamente descora(j)onado.


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