Mudarse solo es otra pendejá
*Por "el chino loacensucasa"
Desde que Ariel terminó de estudiar en la Universidad, comenzó a acariciar la idea de que una vez encontrara trabajo, iba a ahorrar lo suficiente para mudarse a vivir solo. No sabía si era más conveniente alquilar o comprar un apartamento, como la mayoría de sus amigos, o comprar una casa, donde pudiera tener sus mascotas sin que ninguna vieja aborrecida, lo estuviera jodiendo porque su perro hubiera hecho sus necesidades en las áreas comunes. Como la mayoría de los egresados de las universidades estuvo más de seis meses buscando, sin éxito, trabajo en el área que estudió. Quería hacer lo que había estudiado, ser un buen ingeniero civil, construyendo casas, puentes o grandes edificios. Descubrió que ya habían ingenieros de más construyendo grandes edificios, que la construcción de puentes estaba monopolizada por los cubanos exiliados de los sesenta y sus descendientes, y que la construcción de casas estaba paralizada por orden del gobierno hasta que se pusieran de acuerdo la junta de planificación con las demás agencias de la llamada permisología. Así fue como descubrió que lo que le enseñaron en el Colegio de Mayagüez era pura basura. Cuando se cansó de buscar trabajo sin tener suerte, decidió pedirle un dinero a sus padres para poner un negocio por su cuenta.
Cinco años después era todo un empresario en un negocio propio que no tiene nada que ver con lo que estudió. Bueno, realmente era todo un agricultor. Fue uno de esos días que estaba buscando trabajo en el Centro Gubernamental de San Juan, en el que ni siquiera le pudieron dar las solicitudes de empleo porque se habían terminado y no tendrían hasta qu se aprobara el nuevo presupuesto, que vio una orientación en el pasillo del Departamento de Agricultura sobre la siembra de lechugas del país. Se detuvo y escuchó toda la orientación. Así se enteró que se puede producir lechugas todo el año, que por cada cuerda de terreno que se cultiva se obtienen ganancias de $16,000 al año, que por cada cinco cuerdas de cultivo se obtiene una ganancia de cerca $100,000, que sólo se necesita tener la finca y el Departamento te paga las semillas, la mitad del sueldo de los dos empleados que se necesitan para poder atender el cultivo, y que le regalan el herbicida. Entonces se dio cuenta que debió haber estudiado agronomía en vez de ingeniería. Salió de esa orientación, a la que no fue invitado, con toda la información y el entusiasmo necesario para ser un agricultor exitoso, sólo le faltaba el dinero para comprar la finca y unos chavitos adicionales para pagar la mitad del sueldo de los dos empleados. Aquí es donde, naturalmente, entran papá y mamá. Entre ambos le prestaron el dinero para comenzar su empresa agrícola.
Llegado el momento, habló con su madre para participarle que se mudaría, que ya había separado la casa en una urbanización nueva con acceso controlado, por supuesto, en el pueblo de Las Piedras. Su madre se alarmó muchísimo… realmente se alegró porque de esa manera ella podría decirle a su amigo que en vez de verse en otro lugar, entiéndase en un motel, podía visitarla en su casa. Ella llevaba quince años de divorciada del padre de Ariel y diez saliendo con Daniel. Ignoraba que Ariel sabía desde siempre que ella tenía un amigo. Esa era una de las razones de Ariel para mudarse, que su madre tuviera privacidad con su amigo, pero nunca se lo dijo.
Lo citaron para el cierre de la compra de su nueva casa, fue muy emocionado y con la chequera en la mano, la jugada le salió ese día por $15,000 que tuvo que dar para que el pago de la hipoteca le bajara a $1,700. Desde ese momento comenzó a entender que eso de ser dueño de una casa no era nada gracioso. Había calculado que con diez mil pesos cerraba el negocio y que le sobraría quince mil para comprar las cosas de la casa. Ya no le estaba gustando la jugada, ahora sólo le quedaban diez mil para las compras necesarias. Se fue, como todo buen pendejo, a Sears. Allí compró los muebles de sala, comedor, cuarto y naturalmente un combo, (el chino ya les explicó lo que es un combo). Cuando los empleados de Sears le entregaron la mercancía, al terminar, el más fuerte de ellos, lo llamó aparte y le dijo: “cuando se dañe el combo llama a su madre para que lo cargue”, él entendió.
Se fue a Office Max y compró un tablillero para sus libros, un equipo para poner su computadora, una silla y un escritorio. Compró, además una bicicleta de hacer ejercicios y una cortadora de grama. Se dedicó las primeras dos semanas a montar todo el equipo que había comprado y el tiempo y el ejercicio le pareció muy divertido. Invitó a algunos amigos para que le ayudaran y de una vez les enseñó la casa y así transcurrieron los primeros dos meses. Todo era nuevo, vecinos nuevos, muebles nuevos, perro nuevo, carro nuevo, encerrado todo en una vida vieja, vivía solo. Comenzó a desarmar todos los equipos que había montado y los volvió a montar, todo ello con el propósito de entretenerse y no sentirse tan solo. Ya no le quedaba ningún equipo que desarmar y volver a montar, porque la última vez que lo hizo se dio cuenta que no podía volver a hacerlo porque ya los tornillos no apretaban igual, las sillas se estaban tambaleando cuando él se sentaba y el tablillero se iba de lado, así que tuvo que pegarlo en la pared. Ya las amistades no lo visitaban con frecuencia, porque la novedad de enseñarle la casa había pasado, se conocían cada rincón de la casa, que tantas veces les había sido mostrado como nuevo. Las amigas le reclamaban por qué no compró un apartamento en el área metro en vez de una casa en un pueblo de la isla. Su desesperación fue tal que llamó a su mejor amigo y le dijo: “Si no te mudas conmigo me suicido... esto de mudarse solo es otra pendejá”.
El Chino Loacensucasa, 085060407
*Esta es la segunda parte del escrito "Mudarse es una pendejá", el cual también fue una colaboración para c r i s t a l l o por parte del El Chino Loacensucasa.
Desde que Ariel terminó de estudiar en la Universidad, comenzó a acariciar la idea de que una vez encontrara trabajo, iba a ahorrar lo suficiente para mudarse a vivir solo. No sabía si era más conveniente alquilar o comprar un apartamento, como la mayoría de sus amigos, o comprar una casa, donde pudiera tener sus mascotas sin que ninguna vieja aborrecida, lo estuviera jodiendo porque su perro hubiera hecho sus necesidades en las áreas comunes. Como la mayoría de los egresados de las universidades estuvo más de seis meses buscando, sin éxito, trabajo en el área que estudió. Quería hacer lo que había estudiado, ser un buen ingeniero civil, construyendo casas, puentes o grandes edificios. Descubrió que ya habían ingenieros de más construyendo grandes edificios, que la construcción de puentes estaba monopolizada por los cubanos exiliados de los sesenta y sus descendientes, y que la construcción de casas estaba paralizada por orden del gobierno hasta que se pusieran de acuerdo la junta de planificación con las demás agencias de la llamada permisología. Así fue como descubrió que lo que le enseñaron en el Colegio de Mayagüez era pura basura. Cuando se cansó de buscar trabajo sin tener suerte, decidió pedirle un dinero a sus padres para poner un negocio por su cuenta.
Cinco años después era todo un empresario en un negocio propio que no tiene nada que ver con lo que estudió. Bueno, realmente era todo un agricultor. Fue uno de esos días que estaba buscando trabajo en el Centro Gubernamental de San Juan, en el que ni siquiera le pudieron dar las solicitudes de empleo porque se habían terminado y no tendrían hasta qu se aprobara el nuevo presupuesto, que vio una orientación en el pasillo del Departamento de Agricultura sobre la siembra de lechugas del país. Se detuvo y escuchó toda la orientación. Así se enteró que se puede producir lechugas todo el año, que por cada cuerda de terreno que se cultiva se obtienen ganancias de $16,000 al año, que por cada cinco cuerdas de cultivo se obtiene una ganancia de cerca $100,000, que sólo se necesita tener la finca y el Departamento te paga las semillas, la mitad del sueldo de los dos empleados que se necesitan para poder atender el cultivo, y que le regalan el herbicida. Entonces se dio cuenta que debió haber estudiado agronomía en vez de ingeniería. Salió de esa orientación, a la que no fue invitado, con toda la información y el entusiasmo necesario para ser un agricultor exitoso, sólo le faltaba el dinero para comprar la finca y unos chavitos adicionales para pagar la mitad del sueldo de los dos empleados. Aquí es donde, naturalmente, entran papá y mamá. Entre ambos le prestaron el dinero para comenzar su empresa agrícola.
Llegado el momento, habló con su madre para participarle que se mudaría, que ya había separado la casa en una urbanización nueva con acceso controlado, por supuesto, en el pueblo de Las Piedras. Su madre se alarmó muchísimo… realmente se alegró porque de esa manera ella podría decirle a su amigo que en vez de verse en otro lugar, entiéndase en un motel, podía visitarla en su casa. Ella llevaba quince años de divorciada del padre de Ariel y diez saliendo con Daniel. Ignoraba que Ariel sabía desde siempre que ella tenía un amigo. Esa era una de las razones de Ariel para mudarse, que su madre tuviera privacidad con su amigo, pero nunca se lo dijo.
Lo citaron para el cierre de la compra de su nueva casa, fue muy emocionado y con la chequera en la mano, la jugada le salió ese día por $15,000 que tuvo que dar para que el pago de la hipoteca le bajara a $1,700. Desde ese momento comenzó a entender que eso de ser dueño de una casa no era nada gracioso. Había calculado que con diez mil pesos cerraba el negocio y que le sobraría quince mil para comprar las cosas de la casa. Ya no le estaba gustando la jugada, ahora sólo le quedaban diez mil para las compras necesarias. Se fue, como todo buen pendejo, a Sears. Allí compró los muebles de sala, comedor, cuarto y naturalmente un combo, (el chino ya les explicó lo que es un combo). Cuando los empleados de Sears le entregaron la mercancía, al terminar, el más fuerte de ellos, lo llamó aparte y le dijo: “cuando se dañe el combo llama a su madre para que lo cargue”, él entendió.
Se fue a Office Max y compró un tablillero para sus libros, un equipo para poner su computadora, una silla y un escritorio. Compró, además una bicicleta de hacer ejercicios y una cortadora de grama. Se dedicó las primeras dos semanas a montar todo el equipo que había comprado y el tiempo y el ejercicio le pareció muy divertido. Invitó a algunos amigos para que le ayudaran y de una vez les enseñó la casa y así transcurrieron los primeros dos meses. Todo era nuevo, vecinos nuevos, muebles nuevos, perro nuevo, carro nuevo, encerrado todo en una vida vieja, vivía solo. Comenzó a desarmar todos los equipos que había montado y los volvió a montar, todo ello con el propósito de entretenerse y no sentirse tan solo. Ya no le quedaba ningún equipo que desarmar y volver a montar, porque la última vez que lo hizo se dio cuenta que no podía volver a hacerlo porque ya los tornillos no apretaban igual, las sillas se estaban tambaleando cuando él se sentaba y el tablillero se iba de lado, así que tuvo que pegarlo en la pared. Ya las amistades no lo visitaban con frecuencia, porque la novedad de enseñarle la casa había pasado, se conocían cada rincón de la casa, que tantas veces les había sido mostrado como nuevo. Las amigas le reclamaban por qué no compró un apartamento en el área metro en vez de una casa en un pueblo de la isla. Su desesperación fue tal que llamó a su mejor amigo y le dijo: “Si no te mudas conmigo me suicido... esto de mudarse solo es otra pendejá”.
El Chino Loacensucasa, 085060407
*Esta es la segunda parte del escrito "Mudarse es una pendejá", el cual también fue una colaboración para c r i s t a l l o por parte del El Chino Loacensucasa.
1 Comments:
Me reí mucho, yo estoy estoy en las mismas buscando completar el pronto. Viendo que cosas puedo comprar poquito a poco. Lo primero es lo primero, la lavadora y la secadora. Eso de lavar en laundry durante el invierno no me hace gracia.
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