jueves, octubre 27

4:52 a.m. o los cinco tiros de anoche...

© SIUMELL GONZÁLEZ BERMÚDEZ

Hacía tiempo que deseaba dormir boca arriba (tú sabes, pa’ no babearse) y esa noche lo había logrado. Como las noches son más largas en esta época del año no hacía calor. Al llegar a la casa había fumado algunos restos de cigarrillos ya consumidos, el vicio estaba tomando todo el control.

Dormía placidamente y en el cuarto sólo se escuchaba el ruido de la cadena del abanico de techo dando contra la bombilla. En las despedidas de año siempre tenía la dificultad de identificar cuáles ruidos eran los fuegos artificiales y cuáles los tiros. Cuando se despertó después de oir esos cinco ruidos estaba segura de que eran tiros. Había escuchado cinco detonaciones y las había identificado sin dificultad alguna. Recordó que en las despedidas de año siempre le decían: “… nena fíjate bien, el ruido de los tiros es más seco…” Era cierto… al final de cada tiro se escuchaba la sequedad. Era como escuchar la sequedad de un vino tinto de esos bien pero bien secos al final.

Aprovechó la interrupción del sueño para ir al baño. Eran las 4:52 de la madrugada. Cuando regresó al cuarto se preguntó qué velo rasgarían aquellos tiros: el velo negro de la noche o el velo de la piel de alguien… Pensó que podría morir esa noche por una bala perdida, pero luego decidió que aquel plomo iba dirigido a alguien más y no al aire. Se asomó por la ventana y vió a dos hombres metiendo algo al baúl de un carro. Era un as identificando carros a la distancia, así que aquel le parecía un Cadillac y definitivamente era de un color oscuro.

Los dos tipos se veían demasiado tranquilos… olvidaba que el que está acostumbrado a meter plomo en piel no tiembla cuando lo hace. Decidió que igual podían ser obreros que trabajan muy temprano que se estuvieran preparando para trabajar. En algún momento también pensó llamar al 9-1-1 y decir: “Se escucharon cinco tiros y hay dos hombres sospechosos en un Cadillac negro metiendo cosas al baúl”. En ese momento optó por no hacerlo porque: “…imagínate que se me joda la vida ahora porque decidí ser testigo de un asesinato… na’ que ver”

Se acostó boca arriba pa’ no babear y cuando despertó ya eran las 7:30 a.m. Estaba tarde pa’l trabajo pero había entendido claramente que la noche es más que un velo de oscuridad para dormir. Había entendido que la noche es el lugar de lo clandestino, de lo placentero, de lo violento, de lo marginal, de lo libertino, de lo criminal...

*Foto: Juan José Rodríguez

1 Comments:

At octubre 29, 2005 2:40 p.m., Blogger no apta para la humanidad said...

me encantó este escrito..las descripciones son muy vívidas.He vivido noches contaminadas por el sonido de algún balazo y siempre me altera. Es inevitable pensar en lo terriblemente frágil que es la vida,pensar que una vida puede terminar tras un sonido fugaz que nos despierta en la noche.

 

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